VIAJAR o VIAJAR

Hace ya muchos años que hemos dejado de entender la palabra viajar como se concebía en la anterior generación, como lo que significaba para nosotros de muy jóvenes. Viajar ya no es exactamente sinónimo de disfrute, de ocio, de escapar de lo cotidiano o del trabajo. Viajar está cada vez más asimilado precisamente a esto último, a trabajo, a cotidiano. Si viajar era moverse lo más posible para ver y tratar de entender lo diferente, para comprobar las dimensiones y la variedad del mundo en el que nos tocó vivir, en la actualidad la acción viajera tiene, y en adelante seguirá teniendo, significados muy diferentes.

La mente humana es experta en presentar una idea complicada, combinarla con otras ideas para formar un todo más complejo, empaquetar ese todo en un artefacto aún mayor, combinar este con otras ideas y así sucesivamente. Pero para ello necesita el aporte constante de nuevas perspectivas y ensambladuras que sólo pueden provenir de una red formada por otras mentes. Otras mentes, otras maneras de innovar, de producir, otras variables creativas, que se encuentran mucho más allá de donde nacimos. Universos (culturales, tecnológicos) diferentes con los que tenemos que conectar por necesidad, para vender o para producir conjuntamente, o para crecer y aprender.

Trabajar en el extranjero es el reto de comprender lo diferente y el del aprendizaje humilde, sin límite. Olvidemos que como en casa no comemos en ningún otro sitio. Cada vez más nuestra oficina virtual, pero también la real va a ser cualquier lugar del mundo. Cada uno, con nuestra distinta procedencia intelectual, formación o influencias, viajamos a lugares en los que la tarjeta de presentación es únicamente nuestro talento y en los que el trabajo consiste  en aportar lo mejor de nuestros conocimientos con flexibilidad para adaptarnos a otro entorno.

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LIMPIAR

Qué fácil resulta aparecer en la red y qué difícil es, según parece, desaparecer. Es un debate muy actual ese de “quitarse de la red”. Todo comenzó haciéndonos disfrutar de la exhibición pública de nuestros hobbies, de un aparentemente moderado exhibicionismo casero que nos permitía, aprovechándonos de la democratización de la red, llegar a cualquier parte, encontrar amigos o incluso pareja.

En poco tiempo superamos el pudor inicial y pasamos al ¿porqué yo no? Pero llega el momento en el que, por lo que sea, se te quitan las ganas de estar en la red de redes y caes en la cuenta de que no es tan sencillo, lo que has publicado, ahí se queda. Una hemeroteca, pero a lo bestia. También es cierto que todo lo que escribiste queda dentro de esa gran montaña compuesta por información de verdad, informaciones sesgadas, gossips, maledicencias, basura de todos los colores, tonterías de todos los tamaños, sabiduría (menos) y que es el vertedero contemporáneo que acumula insaciablemente las ocurrencias que a cada uno de nosotros nos han parecido oportunas. Como ropa en una lavadora de capacidad infinita, gira continuamente, se mezcla, cambia de lugar, lo que está arriba luego está debajo y luego detrás, se contagia de los colores de lo de al lado, de manera que en cada momento es más complicado saber lo que hay o cuál fue su estado original.

Para nuestro alivio, la confusión puede ser una ventaja. Se suele decir que demasiada información ya no es buena información y eso, a la hora de querer desaparecer, juega a nuestro favor. Pero si alguien se empeña en buscar o buscarte, será raro que no encuentre algo, al menos un rastro que lleve a otra cosa y esa otra a… La red funciona como un gran patio de vecinos. Fisgamos y somos fisgados, eso tiene.

Ya han empezado los usuarios a darse cuenta de que esa exhibición gratuita no aguanta el paso del tiempo y por vergüenza o por algún tipo de conveniencia, hay que buscar maneras de desaparecer. Tengo un amigo que dice que todo el mundo tiene un pasado, pero que algunos, dos. Y en el imperio de Google pasar de la primera página a la veinte también es una tarea que hay que currarse.

El remedio contemporáneo al cambio de domicilio sin avisar, ya existe, son las empresas que hacen labor de detergentes, que trabajan en borrar huellas en la red. Su tarea no consiste en hacer desaparecer la información, sino en activar otras de más valor, bien etiquetadas y planificadas, que se renueven periódicamente y vayan mejorando la imagen de la persona (o la marca) hasta conseguir ponerse por delante de los residuos que se quieren liquidar. Lo que más recomiendan es, por ejemplo, crear un blog.

Ahora os entrará la intriga acerca de porqué estoy escribiendo esto ¿no?

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MATEMÁTICAS

Los ojos del ingeniero dirigen la mirada a las matemáticas. Si me he propuesto escribir con constancia este blog es porque pretendo modestamente arrinconar el tópico de ingeniero igual a tipoaburridoquesólosabedenúmeros. Vale que por ahí empezamos. Cálculo, álgebra, física, problemas, planteamientos, búsqueda de soluciones. Máquinas, robots, procesadores, sistemas. Es un campo muy abierto y alejado de la rutina, aunque no se lo parezca a los profanos. Para cualquiera es más entretenido, por ejemplo, el trabajo del director de cine. Creatividad en estado puro, de la nada se construye una historia. Los problemas del ingeniero, aunque vinculados a algo tan farragoso como los números, son buscar la solución a las necesidades más prácticas y cotidianas de cualquiera de nosotros. Es una bobada poner ejemplos, pero desde la rapidez de un ordenador, el funcionamiento del bluetooth, hasta el funcionamiento de un calentador de agua, la tecnología nos acompaña para facilitarnos la vida.

En estos tiempos de cambios revolucionarios, si cualquier profesional tiene que estar atento a todo, en plena forma mental, más que nadie debe estarlo un ingeniero. “A veces, al matemático, se le saltan los números y le caen por las mejillas”, leía hace poco. Yo me considero matemático, me entusiasmo con el razonamiento lógico, me atraen las propiedades de las entidades abstractas, me van los números, me intriga la geometría, las relaciones cuantitativas, analizo las estructuras, las magnitudes variables, gozo con los axiomas,…Paro. Es cierto que en eso se nos va la vida, pero reivindico el ejercicio constante, el entrenamiento elástico, la creatividad intercombinante que busca soluciones aplicando ideas que ya están bien desarrolladas en otro contexto o en otro ámbito profesional. Ahí es donde aparece la magia, la alquimia del pensamiento, la fusión entre lo técnico y el uso de las cosas, el maridaje entre las matemáticas y la vida más agradable.

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UNIVERSO PARALELO

Hace muy poco, estando en España, iba conduciendo y me crucé conmigo mismo. Fue un instante muy intenso, de esos momentos raros, entre la paramnesia y la alucinación, en los que dudas de si estás viviendo algo real o tu imaginación se te ha vuelto en contra, inquietante pero a la vez agradable. Estaba algo más delgado y era mucho más joven, era, evidentemente, joven. Conducía mi primer coche. Mejor dicho, conducía el coche de mi padre que fue el primer coche que conduje en mi vida. Era blanco y un modelo de los que hace mucho que dejaron de existir. Al verme, me sentí atravesado por un huracán que arrastraba infinidad de recuerdos desordenados. Aunque podría estar flotando a dos metros del suelo, no me salí de la carretera e incluso, al de poco, llegué a mi destino pero, eso sí, sin poder recordar cuál había sido el itinerario. Llevaba otras gafas, una de mis camisas favoritas y se me veía contento, la música sonaba a gran volumen y pensé que, aunque era yo mismo, me gustaría cambiar de coche y ser él. Llámalo nostalgia pasajera. Todos somos un poco lo que fuimos, o un mucho, según la temporada. Y a veces lo somos más y a veces menos. Unas veces para bien y en otras…

Era estudiante, eso estaba bien, y practicaba aquello que se llamaba “veraneo” durante tres meses: inmejorable. También lo de “carpe diem”: una playa, un río, unos amigos, las bicis, fiestas, paseos,…si había sol, bien, si llovía, pues a otra cosa. Tiempos apacibles aquellos.

Después de este cruce conmigo mismo o con mi yo del universo paralelo (“Fringe”), tras esta experiencia al borde del expediente X, me pregunté ¿qué queda de aquel chico? ¿qué es lo que el tiempo ha mantenido como una de mis señas de identidad? Di la vuelta para intentar seguir a aquel coche, o sea, a mí mismo, y según me acercaba, fui aterrizando en la realidad mientras me daba la risa.  Debe ser precisamente esta capacidad imaginativa para pasar de este mundo al otro lado con tanta facilidad, el verdadero amuleto que conservo de mi juventud.

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LA ZONA DE CONFORT

«Más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer”. No sé si lo he dicho en este blog, pero encuentro mucha falsedad en los refranes, me chirrían. No voy a negar que contienen cierta dosis de verdad, pero la cultura popular los eleva a categoría de máximas y a mi eso me parece exagerado e incierto. He discutido mucho sobre la sobrevaloración que se hace de estos dichos populares. ¿Qué no me gusta de este refrán, en concreto? Que contiene un aliciente para la comodidad. Valida el inmovilismo. Avala el dejar las cosas como están. Si se hubiera cumplido a lo largo de la historia, aún no habríamos salido de las cuevas. La creatividad, la innovación, el riesgo, la aventura, han sido el impulso para la evolución en todos los sentidos.

Se pronuncia mucho la expresión “zona de confort” para referirse a algo que tenemos asumido prácticamente, desde que nacemos, que es buscar la comodidad en cualquier lugar, huir de lo incómodo como principio. Todos queremos vivir tranquilos, naturalmente, pero en muchas personas (y entidades), esa búsqueda de lo cómodo es lo que determina el grueso de sus decisiones. Se busca, creo que por un inconsciente instinto de supervivencia, la opción que nos dé menos problemas, menos trabajo, y eso, apoyado por el refrán, nos conduce a huir de cambiar nada importante, por si acaso. Para un profesional es un grave riesgo caer en la tentación de acampar permanentemente en la zona de confort. Se te adhiere un grave peligro, el de apalancarte, no evolucionar. Para aprender es necesario salir de esa zona cómoda, pero también al revés, si no sales de lo cómodo no aprenderás nada nuevo. Conviene estar al día en tantas cosas que si uno es despierto, tenga la edad que tenga, no dan las horas. La curiosidad por el mundo que nos rodea, el profesional, pero también el económico, el social, el político, te lleva a entender cómo funciona de manera entrelazada la sociedad, la economía, la sociedad. Cuando eres consciente de la red en la que estamos inmersos, te interesa todo, porque a todo le ves aplicación, porque cualquier cosa te puede influir. Se trata de estar siempre a punto, porque el conformismo te puede dejar en fuera de juego.

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