Fantasías

Tengo una capacidad de concentración insuperable. Cómo lo diría. Ponme una película en la tele y ya estoy en el set. Pase lo que pase a mi alrededor, yo estoy a lo que estoy. Me sirve de la misma manera para leer o estudiar. El ruido o las interferencias externas no me apartan de donde he decidido centrar mi atención. Y si es en el cine donde la vista está obligatoriamente dirigida hacia el frente, sufro una experiencia prácticamente mística. Me da lo mismo la época histórica, un barco o una nave espacial. Me meto. Más que dejarme llevar, me integro. No es que me crea lo que estoy viendo, sino que lo vivo, que es diferente. Salgo del cine y durante semanas soy capaz de contar la trama de arriba a bajo y multitud de detalles de la película.
Así que entiendo que haya personas a las que les ocurre lo mismo que a mí pero no tienen la capacidad de apearse de la fantasía que han vivido y permanecen.
La fantasía, como recreación de futuros increíbles en el presente, por irrealizables, es materia de algunas buenas películas. Recuerdo una tremendamente impactante, “Origen” que trata de la manipulación de los recuerdos de las personas. La viví con inolvidable intensidad. Bien, pues ya se ha descubierto que se pueden alterar los recuerdos. Se ha probado con éxito con ratones (no me preguntes en qué consiste el experimento) y es posible. Con lo que, la fantasía cinematográfica, o la literaria, tienen, por alguna razón ligada al pensamiento humano, siempre alguna posibilidad de realización. Es como si la imaginación aparentemente sin límites, los tuviera, y sin embargo la realidad, el devenir de la ciencia o la tecnología, la investigación o las casualidades no los tuviera.
No sé si los guionistas o los escritores estudian la actualidad científica o por el contrario su imaginación es tan prodigiosa que son capaces de avanzar posibilidades descabelladas que terminan, con el tiempo, transformándose en realidades.

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